Comentario
El general británico Alexander, nuevo jefe de las fuerzas terrestres aliadas en Africa del Norte, atacó a las tropas del Eje. La desproporción de medios era ya enorme, aunque resultaba difícil rematar al antiguo Afrika Korps. El 20 de marzo de 1943, un ataque anglofrancés (Freyberg y Leclerc) no pudo perforar la línea Mareth pero la desbordó con un amplio movimiento en el desierto. Un nuevo ataque en El Hamma tampoco arrolló la línea de los alemanes, pero les obligó a retirarse. Gracias a ella y tras combates muy duros, el 6 de abril, el VIII Ejército británico pudo unirse a los americanos, totalizando una fuerza aliada de 11 divisiones británicas, cuatro americanas y cuatro francesas.
Von Arnim disponía de 16 divisiones alemanas e italianas, y recibió la división Hermann Göring, como refuerzo; sin embargo, su fuerza era teórica: los italianos se movían mayoritariamente a pie, sus tanques eran obsoletos y los efectivos alemanes estaban tremendamente disminuidos. Lanzó un ataque que fracasó y concentró en el frente sus mejores tropas porque esperaba un contraataque británico. Alexander no se dejó llevar por el entusiasmo: envió dos divisiones del VIII Ejército al interior del desierto, hasta el valle del Medjerda, donde se les unieron otras tres divisiones para formar una masa de maniobra. El resto de las fuerzas aliadas atacó el frente enemigo en numerosos lugares, a fin de que los alemanes se repartieran, entonces Alexander concentró el fuego de toda la artillería y aviación para abrir un estrecho pasillo y, sobre el terreno machacado, la noche del 16 de mayo, lanzó su masa de maniobra, con dos divisiones acorazadas en vanguardia. En las primeras horas de la tarde los ingleses entraban en Túnez; los americanos llegaban a Bizerta el mismo día. Para evitar la retirada enemiga, la Marina aliada bloqueó las costas tunecinas y la aviación machacó. Entre el 10 y el 13, los aliados capturaron 290.000 prisioneros, 500 aviones y numeroso equipo.
Los desastres de Rusia y Africa, había dejado a Italia sin fuerzas blindadas. A mediados de mayo, Hitler ofreció a Mussolini cinco divisiones y el Duce sólo aceptó tres, pero su propio estado mayor le convenció de la necesidad y aceptó más refuerzos alemanes a condición de que quedaran bajo mando italiano. Así, llegaron a Sicilia una división de granaderos acorazados, que sólo tenía una unidad de tanques, y la panzer Hermann Göring reconstruida.
Hitler creía que los aliados desembarcarían en Cerdeña o Grecia y un engaño inglés aumentó sus errores. En la costa de Huelva apareció el cadáver de un oficial británico con una carta del general Nye, jefe de estado mayor de Alexander, referida a futuros desembarcos en Cerdeña y Grecia. Las autoridades españolas entregaron copias de los documentos a la Inteligencia alemana, que creyó la información. Hitler envió refuerzos blindados a Grecia y Cerdeña y concentró dos divisiones de paracaidistas en el sur de Francia.